¡Yo
soy Baltasar!
Quién iba a
decirme que en mi última guardia antes de pasar a la reserva me encontraría con
un marrón así, cabo. Y lo merezco por hacerte caso, las mujeres y el
romanticismo, que si vamos al acantilado a tomarnos el bocadillo, que si las
vistas nocturnas sin contaminación lumínica, ¡qué tonterías ni qué ocho cuartos,
hombre!
No se ponga
así, mi sargento, que esto ha sido el destino, hay que aceptar lo que nos venga
dado y en paz. ¿Cómo iba a saber yo que nos toparíamos de bruces con la llegada
de una patera? Pero mírelos, los pobres vienen muertos de frío que no pueden ni
andar, y esa chiquilla en el Patrol, que no tendrá ni quince años,
recién parida, que si no es por nosotros se le muere la criatura entre las
piernas. Por cierto, ya he llamado por radio al cuartel para que envíen
refuerzos y una ambulancia con médico.
Que sí,
Romero, que sí, toda la solidaridad que tú quieras pero a este paso el país se
nos llena de inmigrantes, aunque la culpa la tienen los políticos, que son unos
incompetentes que ni hablar saben, porque sacar en la prensa y en las redes
sociales el mensaje aquél, ¿cómo era?, ¡ah, sí!
“PARA LA CABALGATA DE REYES DE ESTE AÑO, EL
PAPEL DE BALTASAR SE LE DARÁ A UN INMIGRANTE DE RAZA NEGRA, YA QUE…”
bla, bla, bla…, no me digas, Romero, que con publicaciones
tan ambiguas como ésa no están abriendo las puertas para que venga todo Dios.
Siete de los ocho varones que venían en la patera dicen llamarse Baltasar y todos
quieren sus papeles, y el octavo o es sordo o no se entera de la película. ¿No
querías ver la lluvia de estrellas esta noche, cabo? Pues te vas a hartar hasta
que los filiemos a todos y nos larguemos de aquí para hacer el atestado reglamentario
de doce o trece folios.
Mi sargento,
no se moleste usted, pero es que cada vez se parece más a mi Francisco, siempre
negativo. Tiene usted que ver el lado bueno de las cosas, como cantaban los Monty
Python.
¿El lado
bueno?, no te queda mili, Romero. ¿Tú sabes lo único bueno que tiene esto?, que
me quedan unas horas de estar en la calle aguantando carros y carretas.
Estos pobres
tumbados en la arena después de cruzar el charco sí que pueden decir que les ha
tocado la lotería y no los acomodados que veíamos ayer en el telediario brindando
con cava en la mano. Mire allí jefe, ya vienen en cabalgata los sanitarios y la
Cruz Roja detrás de nuestras patrullas con los rotativos encendidos. No diga
que no es bonito, que parece van siguiendo la estrella de Belén para ver al
niño. Ya sólo nos faltan los reyes magos, que a saber quién de estos
desgraciados será el San José.
Cabo, te tengo
dicho que no me llames jefe, cualquier día de estos te llevas una sorpresa.
Anda, déjate de cuentos navideños y ve a ver qué dicen por la radio, que están
llamando.
A la orden, mi
sargento. Informan que una patrulla que venía hacia acá se ha encontrado con
dos individuos de rasgos y acento árabe con menos papeles que una liebre, van montados
a caballo y cargados con unos petates muy sospechosos, y dicen estar buscando a
un tal Baltasar.
¡No te jode, lo
que irán es cargados de hachís hasta arriba! ¡Esto es una invasión en toda
regla, la segunda marcha verde! Dile a la Central que llame al teniente,
al Alcalde y a la Subdelegada del Gobierno, que despierte al sursuncorda si es
preciso. ¡Cagüentó lo que se menea! ¿Y ahora qué pasa Romero, se puede
saber a qué vienen esas lágrimas, mujer?
Disculpe mi
sargento, es la chica del coche, que dice que quiere ponerle mi nombre a su
hija por lo bien que me he portado con ella, palabras textuales. ¿Se da cuenta?,
pequeños detalles como estos hacen que le guste a una este trabajo. Y ahora a
ver ése qué es lo que quiere, mi sargento, que se ha levantado el octavo
pasajero, el mudo, y viene hacia aquí.
“Siñor, por
favor siñor, ¿podimos hablar, siñor? Io soy Baldassare…”
* * *